miércoles, 14 de octubre de 2009

La hija de la pobreza

por Nicolás De Marco

Nació en Montevideo, pero es argentina. Alguien deberá hacerse cargo de ella, porque al padre no le sobra nada. Y no alcanzará con refregar el nacimiento en la cara de nadie, habrá que trabajar para darle una buena vida.

La victoria argentina en Uruguay por 1-0 y la consecuente clasificación albiceleste al próximo Mundial no debería tapar lo mal que se ha trabajado desde la designación de Diego Maradona como entrenador del seleccionado.

Un Maradona que luego en conferencia de prensa habló desde un lugar que no le hace muy bien al fútbol en general. Con algunas frases vergonzosas apuntó a aquellos que, con mayor o menor objetividad, criticaron el juego de su equipo a lo largo de todo su ciclo: “Que la chupen”. Claro que previo a semejante declaración, al menos pidió perdón a las damas. Sin embargo, no se indultó antes de contestarle una pregunta al periodista Carlos Pasman: “La tenés adentro”, sentenció. Las interpretaciones de todas las frases del ‘10’ en la conferencia corren por cuenta del lector.

El abrazo del director técnico argentino con Carlos Bilardo, con el llanto de ambos como protagonistas y con el resultado consumado, fue la muestra más acabada de lo que significó la clasificación argentina al próximo campeonato mundial: un parto. Entre insultos, no aparentaban festejar el hecho de haber alcanzado la meta, sino que parecían unirse en un grito de desahogo. No muchas cosas más podrían unirlos: es sabido el distanciamiento de Maradona con Bilardo, y hasta se especuló con que el 'Doctor' podría haberse alejado de su cargo previo a la doble fecha de Eliminatorias.
La clasificación nació en Uruguay y quedan nueve meses para llegar a Sudáfrica, el tiempo justo para gestar otro parto: el del buen fútbol.
Uruguay 0 – Argentina 1

A lo largo de los partidos, el equipo de Maradona nunca tuvo una idea nítida de juego. Si no estuvo nunca, ¿por qué habría de aparecer en un partido donde la presión era tan grande? No hay motivos. Y por eso tampoco se vio en el Centenario. Pero entre la escasez futbolística del conjunto local y el oportunismo del visitante, el gol de Mario Bolatti alcanzó para conseguir la impostergable victoria.

Los primeros 15 minutos mostraron a una Selección argentina desconcertada, llena de imprecisiones, con pocos signos vitales. A los cuatro, un córner a favor del equipo de Maradona terminó en susto para el arco de Romero, quien debió cortar el insólito contra-ataque uruguayo con un pelotazo que dio en el atacante: la carambola casi pone en ventaja al local.

Uruguay, en ese tramo, era un equipo sólido y compacto, con la iniciativa de las acciones. Un cabezazo de Scotti, a los 10 minutos, pasó cerca del palo izquierdo e hizo celebrar el gol a muchos de los presentes en el colmado Centenario de Montevideo.

Un minuto después llegó la imagen esperada por muchos: Messi tuvo contacto con su mejor amiga, la pelota. Con la camiseta de la Selección argentina, esa relación no está en un gran momento y quedó evidenciado durante todo el partido.

El desconcierto se esfumó después de que Verón diera mal un pase y, en su afán por no comprometer a la defensa, terminara revoleando la pelota al lateral. Con esa jugada, el visitante tocó fondo. De ahí en más tuvo el control del partido, aunque las desatenciones continuaron y la Argentina tuvo algún sobresalto.

La movilidad de Higuaín, generando infracciones, y los quites de Mascherano fueron tal vez lo más destacable. Di María encaró casi siempre que entraba en juego: alternó buenas y malas -más de las segundas que de las primeras-.

Desde los siete minutos del segundo tiempo, ambos equipos jugaron con la tranquilidad de saber que Chile ganaba en Santiago, y acrecentaba las chances mundialistas de uruguayos y argentinos. No hubo casi situaciones de gol.

Maradona advirtió que el empate era un negocio redondo. Sacó a Di María y puso a un defensor –Luciano Monzón-. Luego sacrificó al punta más incisivo para meter a un mediocampista: afuera Higuaín, adentro Bolatti. La apuesta le salió bien al entrenador, porque a poco del final fue el jugador de Huracán quien convirtió el tanto definitivo, tras una serie de rebotes en el área luego del cobro de un tiro libre. Por esa falta, se había ido expulsado José Cáceres, de Uruguay.

Después, el final conocido: pitazo de Carlos Amarilla, desahogo , corridas, gritos, llantos, Uruguay al Repechaje -con Costa Rica- , boleto argentino a Sudáfrica, tierra debajo de la alfombra.

1 comentario:

  1. Muy lindo comienzo, a ver si además de hacer estas crónicas brillantes, el brillante Nicola Di Marchi vuelve por sus foros.
    Poyetán Le Blanch.

    ResponderEliminar